Interrogantes, incertidumbre, cuestionamientos, inquietud…
en fin, dudas.
Últimamente me estoy dando el “permiso” de dudar ante
muchas cosas. No por desconfiado o inseguro, sino porque me obliga a
investigar, analizar… pensar sobre todo. Llegué a un punto casi utópico de
pensamiento donde todo está permitido, donde nada es certero.
En el camino de la búsqueda de algo certero –no digo “la
verdad”, porque esa palabra tiene tanto poder que elimina por completo todo
tipo de replanteo o refutación, es una palabra ligada a lo absoluto, donde lo
relativo pasa a ser descartado por completo sin darle la más mínima posibilidad
de existir-, la duda es la herramienta más fantástica que existe para llegar a la
meta. Hay una frase que dice: “Si
comienza uno con certezas, terminará con dudas; mas si se acepta empezar con
dudas, llegará a terminar con certezas”. Y, en mi punto de vista, es muy acertada.
Cuando se presenta una duda, depende mucho de uno mismo, lo
que hace con ella… del conocimiento, experiencias, fé, etc. Puede llegar a
incentivar a una persona a llegar a descubrir cosas, mediante el interés que
genera esa duda, la inquietud y las ganas de “querer ver” lo que, antes de la
duda, no lo veía (o no quería verlo). Puede pasar desapercibida y ser
descartada y/o reemplazada por otra nueva; o también, puede paralizarnos hasta
el punto del miedo, dejándonos sin capacidad de “atacarla” para poder
superarla.
Pero la duda no sólo da lugar a encontrar “lo certero”.
Sino también a su contraposición, “lo errado”. Y de la misma manera, depende de
uno mismo cómo actuar frente a ese error. Aceptarlo y trabajar en base a él,
para no volver a repetirlo… o negarlo y hacer de cuenta que directamente nunca
le interesó “investigar” esa duda.
Entonces la duda se plantea como posibilidad de buscarle
la vuelta a algo que ya conocemos (sino no sería duda, sería un conocimiento
nuevo). El que aprovecha esa duda, es porque quiere encontrar lo que busca
(sépalo o no), sin interesarle el resultado (acierto o error), porque, desde un
principio, se dio “el permiso” de dudar, y el que duda, acepta todo tipo de
desenlace… ya que, al fin y al cabo, las dudas vuelven a uno cuando menos lo
espera.
Así es que la decisión y la acción pasan a ser protagonistas
en el momento que se presenta una duda. Ya que es imposible “despejar” una duda
sin actuar.
Y para mí, todo este revoltijo de dudas, certezas y
errores, no hacen más que sumar conocimientos en base a aciertos o desaciertos (todos bienvenidos por igual)…
pero sobre todo, hacen que aumente mi capacidad de entendimiento de muchos
aspectos que, antes, no les daba importancia.
Pero no es fácil tampoco, porque tener esta perspectiva,
hace que mi visión “relativa” de las cosas no tolere a las absolutas… en otras
palabras, no termino de aceptar las cosas que son “porque sí y punto”… verdades
absolutas y cerradas que querramos o no, existen o “se sostienen”, y por algo
será… cada uno tendrá su herramienta y su motivo por el cual adopta esa
postura. Y es jodido. Porque termino dándome cuenta que esta perspectiva “relativa”,
termina cerrándose y convirtiéndose en “absoluta”, igual a lo que rechacé desde
un principio, desde el principio en que se presentó esa duda.
Entonces, termina
siendo, al fin y al cabo, un tema personal, independiente a la duda primera…
sólo queda laburar eso, donde convergen (in)tolerancia, prejuicios, y tantos
otros aspectos que también son parte de la gran bandada de “Pájaros en el
marote”.
René Descartes sostenía que se puede dudar de todo,
excepto de que se duda. Así que… bienvenida la duda! - "Nada es verdad, todo está permitido".